Quienes Somos

En este espacio queremos ofrecer nuestro aporte a esa belleza de lo sagrado, siguiendo directivas precisas y explícitas contenidas en el Magisterio de la Iglesia y avaladas por el patrimonio cultural milenario que colaboran con el crecimiento integral de todo ser humano y sociedad. Patrimonio que también se apoya en el legado de muchas civilizaciones en las que se hallaban incoadas, las semillas de la belleza que salva.

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Con esta declaración de principios hacemos clara nuestra separación de aquel arte que hunde sus raíces en las aguas tóxicas de la ideología inmanente y que tantas veces se disfraza de sacralidad, pero que es más bien un reflejo de la espiritualidad vacía o nihilista. Así mismo, nos distanciamos de ese arte que coquetea y se conforma con la mentalidad de este mundo. El apóstol san Pablo ya nos advertía, que aquel que quiere imitar a Cristo no puede absolutamente vivir según la lógica del príncipe de este mundo, sus criterios y obras.

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Por esto mismo, queremos realizar obras de arte de alto nivel, de excelencia, respondiendo al origen verdadero e histórico de la palabra arte o ars (aretes). Por supuesto no pretendemos que nuestras obras sean el ápice de un patrimonio milenario, sino humildemente queremos contribuir con ellas a la perenne tradición artística, de la que somos deudores, responsables y promotores. Es caminar en el mundo artístico subido a los brazos de gigantes y no queriendo partir de cero. Queremos explorar las vetas vivaces y vivificantes de las grandes obras de arte de todos los tiempos y disciplinas. Nos referimos a ese legado cultural sustantivo que ha contribuido al crecimiento y desarrollo auténtico de las más importantes civilizaciones y que ha llegado a niveles indescriptibles cuando se ha dejado transfigurar del mundo sobrenatural.

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En cada obra auténticamente bella y sagrada podemos encontrar un reflejo de aquella belleza divina para la cual todos estamos hechos. Y que siguiendo los auténticos anhelos del corazón y con la ayuda de su gracia podemos alcanzar y vivir eternamente realizando esa acción que Santo Tomás de Aquino describe como lo propio del cielo, decir la visión cara a cara o más particularmente contemplando la belleza que agrada. El gozo de la auténtica belleza es lo único que calma la sed de nuestra alma.

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Esta es la vía heroica y sacrificada que queremos emprendido y que les ofrecemos. Esta es la vía en la que queremos dejar nuestras obras como faros que conduzcan a la fuente inagotable de la más sublime belleza. Esta es la via pulchritudinis. Los invitamos a transitar por ella para trascender.